La modestia

"¿No le parece, estimada Masha, que seremos recordados como los escritores de una época en que todos escribían sobre la obsesión de fumar? Oh, vamos, respondió Masha, ruborizándose, y sin poder mirar el brazo ausente. Deje ya esos asuntos, hace un sol enorme. ¿Por qué no viene al jardín con los otros? El joven Duvrov se atusó el negro y esepeso bigote con su única mano, dirigió una sonrisa a Masha y pensó en su lengua natal: No debo atormentarla. No debo atormentarme. No debo atormentarlos. ¿Qué placer se obtiene de ver cómo todos sufrimos? Efectivamente, hace un sol enorme, respondió en voz alta."

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San javier ha tomado la decisión de irse, pero obviamente debe esperar hasta que el tema musical termine. Va hacia el fondo, donde espera pasar inadvertido, y juguetea con uno de esos adornos de repisa que consisten en unos péndulos con formas de bolas de acero alineadas y que producen un movimiento de vaivén continuo cuando se empuja la primera bola de la serie. Con lamentable suerte, el juguete se rompe, cayendo sobre una pecera que está en el estante inferior, que cede, haciendo caer la pecera y algunos libros sobre un enchufe. Se produce un estúpido efecto dominó que concluye, por ejemplo, en un corto circuito, o en la caída accidental de parte de la mampostería. Todos asisten boquiabiertos a la rebelión del espacio, que ha sido sensiblemente destructiva.

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Anja: ¿Qué queda de los muertos, Leandra?


Rafael Spregelburd, en La modestia

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