Ave María.
Mana la sangre del Cordero
desde el pavor de todo en todo, desde el pavor de nada en nada.
Pavor y sangre, sangre y pavor;
Palomas blancas, palomas rojas, palomas blancas.
Niño de paz,
Sé que lo que sé de Cristo.
Niño de paz, las viñas han crecido todo pavor de todo bajo la nada.
Me ciñe a su hermosura todo pavor de todo.
*
(…) Darán los montes paz a mi vuelo,
paz de misterio en su misterio.
Sean los montes de la paz los montes
que huyen en la noche con pies de ciervo.
Sean los montes de la paz la piel
que vista a las criaturas.
Huye la muerte en cada muerte.
A su alegría desnuda corren
las desnudeces de las mañanas.
En una misma soledad corren los mundos.
Ha de venir mi voz entre las voces
entre la paz venida de los cielos.
Ha de venir mi voz tras de las voces de la voz perfecta.
Hágase la belleza de la tierra y el cielo;
y vengan a nos en la misma belleza las mañanas
de todas las criaturas
que están llenas de gracia.
Venga a nos la belleza entre todas las albas,
el alba que no nos deja caer en nuestra noche.
Te doy el llanto de mi llanto,
puesto en amor que espera las cosas levantadas en albas.
Aquella voz, aquella
estrella de tu llanto.
*
Lautréamont 1
Lo imagino rubio. De ojos celestes. Alto varios metros. La piel azul y las manos huesudas. Dotado de una gran imaginación. Pero satánico.
Atormentado por las cosas reales y vulgares y por las ideas que se hacía del más allá de la muerte y de la muerte misma.
Era lo que diríamos hoy, un introvertido. Se lo supone fino, elegante, de una dentadura tremenda; con colmillos.
Debe estar ahora no en el infierno sino en el hades, que es el reino de la muerte.
Él está como dormido; insomnis mortis.
Durante su vida debe haber abusado de las drogas que llevan a los otros paraísos, los paraísos del mal.
Eso, es lo que se deduce de sus escritos. Donde se hace sentir su soledad y su desesperanza.
No tenía nada de religioso. Era un muerto, como diría un teólogo moralista.
No supo nunca más que de penas y no dio nunca con la contricción, ese dolor perfecto, ni con la tricción, ese dolor imperfecto al que se entregan los pecadores arrepentidos para que se les restituya a la primera gracia y continuar su vida penitencial hasta arraigarse en un estado de paz y esperar la buena muerte.
Pero él no da señales de haber tenido ninguna instrucción religiosa -aunque nombre mucho a Dios-que lo pudiera llevar a la salud espiritual.
Sin embargo, a pesar de todo lo quiero y lo voy a ayudar.
Este hombre atormentado, buscó con avidez; pero por sí mismo no dio con nada más que con el sufrimiento y la demencia de gran poeta.
Nació en el Uruguay, y se supone que haya muerto. Aunque nadie lo sabe.
Es como si no hubiera existido como ser físico.
Era de agua. Era flemático de temperamento y lo concibo como existiendo en un mar agitado y oscuro.
Dios no quiso que lo conociera, no quiso concederle la gracia que concede al resto de los mortales, a los fieles que componen el cuerpo místico de Cristo.
Lautréamont era soberbio; se negó a rebajarse a ser un niño.
No amó las cosas de la tierra como las aman algunos privilegiados de complexión melancólica. Él amaba lo que no sabía; buscaba a Dios pero no dio con Él. Se supone que Dios no quiso darle los beneficios que entrega a criaturas más inferiores que su naturaleza.
Lautréamont me conocía y me conoce. Como Juez he tenido que verlo. Me pidió que no lo olvidara.
Lautréamont 2
Hace un tiempo nos encontramos en otra región. Cuando lo vi, estaba como despejándose del sueño. Estaba con aguas, con algas, pero no con peces. Los peces se habían ido. Estaba acostado en el mar. Yo caminaba sobre las aguas y lo llamé: Lautréamont, Lautréamont, le dije, soy Fijman.
Y él me contestó que me quería. Que seríamos amigos ahora en el mar, porque los dos habíamos sufrido en la tierra. Pero no lloramos.
Nos abrazamos. Después quedamos en silencio.
Jacobo Fijman
*
La siguiente entrevista a Jacobo Fijman fue realizada y publicada por Vicente Z. Lema -principal difusor de la obra de J. F. -en la revista Talismán , número 1, Bs. As. , mayo de 1969.
¿Cuáles son sus relaciones con los colores; y en especial con el blanco, el negro y el rojo?
Los colores centrales son el violeta y el verde. Y los periféricos son el rojo, el amarillo, el anaranjado y el azul. Yo siento preferencia por el blanco y el negro. Me gusta ir vestido todo de negro y con guantes blancos. Estos son los dos primeros colores nombrados en el Génesis. Separó Dios la luz de las tinieblas…
Amo el blanco. En el palacio los reos iban vestidos de blanco…
El negro es melancolía. Yo vestía de negro porque no tenía de quién enlutarme.
En cuanto al rojo. Ah. El accidente del aire fácilmente conjuga con el fuego. Pero el secreto es saber cuál es el accidente.
¿Cómo siente la poesía?
Es un estado de ánimo, antes de la reflexión.
En cuanto a lo demás, me remito a la obra poética de Aristóteles, es un secreto de estado.
Yo he tenido una infancia poética. Desde niño me llamaban el poeta.
¿Qué significan los títulos de cada uno de sus libros?
Molino Rojo recuerda la demencia, el vértigo.
Yo buscaba un título para esa obra que significara mis estados. Y reparé en un viejo molino que tenía en la cocina. De color rojo. Para moler pimienta. Y ví en ese objeto todo lo que mi poesía quería expresar.
Estrella de la mañana, en cambio, se refiere a los estados místicos que yo había adquirido en esos años. Quise expresar con ese título la encarnación del verbo.
En cuanto a Hecho de estampas, yo trataba de volver a la filosofía escolástica. Y en una visita al museo del Louvre quedé impresionado. Cuando luego vi unas estampas de esos cuadros religriosos, los asocié a mis poemas. De ahí Hecho de estampas.
¿En qué medida la enfermedad mental puede influir en una obra artística?
Corelli, el músico, escribió una sonata, La locura, después de estudiar estas enfermedades. Después de tocar la sonata él salía a la calle, a conocer a la gente. Y veía que todos estaban locos.
Yo he estudiado psiquiatría. Hay que estudiar.
El Conde de Lautremont era un loco. Yo leía su obra y supe de su vida estando en Uruguay. Era un monstruo. Sólo en él había locura. Nerval en cambio era bueno. Pero se ahorcó de un farol. Le gustaban las manzanas. Lautremont y Artaud me angustian. Su psicología es la de los vagos. Yo estaba atraído a ser como ellos, pero me salvé, con la misa y los libros.
¿Se considera un santo?
No sólo me considero, lo soy. Pero mejor no decirlo porque no lo entenderían.
Para los médicos eso es enfermedad, y ellos no saben lo que es un santo.
Sólo tratan a los demás como enfermos. Se guían por los síntomas. Y otras obligaciones no tienen.
En esta sociedad está prohibido ser santo. Aún por la iglesia.
¿La Biblia es un texto poético?
La Biblia es un libro de Dios. Y no tiene fondo.
Aunque realmente el Apocalipsis es un poema terrible.
¿Para qué escribe?
Lo hago para que mis actos se ordenen. Buscando la verdad, no la oscuridad.
Y Dios sencillamente lo aprueba.
¿Para qué pinta?
Entre mi pintura y me poesía hay una misma mano. Las mismas concepciones. De niño me dijeron que sería un gran pintor. Y entonces quemé todo. Ahora lo hago para perfeccionar mis sentidos. Sólo de esa forma es válido pintar y escribir.
Y hasta que los que se dicen pintores y escritores no lo entiendan, deberían dejar esas cosas. Porque están mintiendo. El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad.
¿Cómo ve esta ciudad?
Es una ciudad hipócrita. Hasta parece que fuera la hipocresía su estado natural.
¿Ha sufrido castigos?
Sí, pero no me quejo. Hace ya de esto muchos años. Yo era joven. Una tarde estaba como extasiado, y un Apolpnio, entrerriano, me llamó y me dijo: vamos a caminar. Nos pusimos a caminar, y cuando llegamos a una esquina de la Comisaría 4ª, no recuerdo cuál es ahora, me amigo me empujó contra el vigilante. Vaya a saberse si era por una broma o qué sería… Y entonces el vigilante me dio un golpe con esa vara que llevan. En la sien izquierda; y otro en la sien derecha. Luego me llevaron al interior de la comisaría, me estiraron en el suelo y me golpearon con las varas. Me golpearon en las rodillas, en las manos, en la cabeza. Es completamente milagroso el estado mío, de que aun esté vivo. Después me desnudaron, me pusieron en un calabozo. Por la mañana, ellos deben haber avisado a mis padres, que todavía vivían. Y me sacaron de la comisaría. Eso fue todo.
Eso, y que les dije que era el Cristo Rojo. Lo sentía como una cosa cierta. ¿Acaso no enseña San Pablo “ser como otro Cristo”? Y mi intención era presentarme como un Cristo Revolucionario. Por eso lo de Rojo. Mi grito “yo soy el Cristo Rojo” fue mi única respuesta a los golpes. Y me quedé quieto contra la pared…
¿Por qué está internado en este sitio?
Según los médicos debido a que estoy enfermo. Trastornos mentales. Yo creo sin embargo que la mayoría de la gente padece trastornos mentales, incluso los propios médicos. ¿O acaso la mayoría de los que están en los almacenes y en las tiendas es gente de razón? Ninguno. Y los médicos, por ejemplo, el que máso el que menos padece de psicosis. ¿Y es que alguien sabe lo que es el alma, lo que es el intelecto?
Cuando a mi me internaron, hacía más de una semana que estaba en la calle, sin comer, sin dormir. Me llevaron en ese estado a Villa Devoto, me tuvieron dos días y luego me trajeron aquí.
Eso fue en el año 1942. Me aplicaron el electroshock. Se ve querían sacarme la enfermedad del cuerpo. Pero yo no me quejo. De qué tendría que quejarme. Los médicos son buenos, hacen lo que pueden, recetan, dan consejos…
Y además, si me fuera de acá, ¿a dónde iría? No tengo nada.
¿Cuál es esa demencia que invoca en su poesía?
Es la demencia en sentido total. (…) En mi poesía invocaba la locura. Aquí se conoce la locura. Yo soy el Jacobo Fijman que aparece en los textos de Notredamus. Y ese día vi como un puñal.
Y me dije: “quién sabe lo que van a creer de mi”
¿Se siente un enfermo mental?
No. Rotundamente. No.
En primer lugar porque tengo intelecto agente y paciente. Y mis obras prueban que no soy sólo un hombre de razón, sino de razón de gracia.
A pesar de este sitio, que como cualquiera se dará cuenta, no es el más adecuado para trabajar, he continuado en mi tarea. Los médicos no entienden esas cosas. Se portan fácilmente bien. Pero no pueden ser lo que no son.
Simplemente toman la temperatura de la piel, dan pastillas. Y es que no conozco a nadie que pueda entender la mente.
Sin embargo no los odio. Hacen lo que pueden.
Lo terrible es que nos traen para que uno no se muera por la calle. Y luego todos nos morimos aquí.
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Se puede descargar completa en: http://isaiasgarde.myfil.es/get_file?path=/fijman-jacobo-estrella-de-la-ma.pdf
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