PLIEGO DE DESEOS. "¿Una caña no se eleva / para endulzar mundos? / Ojalá de mi pluma pueda / fluir algo hermoso." Estos versos que vienen después del poema "Dichosa nostalgia" [Selige Sensucht] son como una perla que ha rodado fuera de su concha.
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COMEDOR. En un sueño me vi en el estudio de Goethe. No tenía ningún parecido con el de Weimar. Era ante todo pequeño y sólo tenía una ventana. Por un lado, el escritorio tocaba la pared de enfrente de la ventana. El poeta, ya anciano, escribía en él, Yo estaba de costado contra la pared cuando se interrumpió y me regaló un pequeño jarrón, una vasija griega. Lo hice girar entre mis manos. En la habitación hacía muchísimo calor. Goethe se levantó y me acompañó al cuarto contiguo, en donde se había preparado una mesa larga para mi familia. Pero parecía estar calculado para muchas más personas de las que eran. Probablemente también había lugar para mis antepasados. Me senté junto a Goethe en la cabecera derecha. Terminada la cena, él se levantó con dificultad, y con un gesto le pedí que se apoyara en mí. Cuando le toqué el codo comencé a llorar de emoción.
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ABANICOS. Seguro que hemos tenido la siguiente experiencia: cuando uno ama a una persona, aun cuando solo piense intensamente en ella, encontramos su descripción en casi todos los libros. Incluso aparece como protagonista y antagonista. En los cuentos, novelas, nos la encontramos siempre en una nueva transfiguración. Y de esto se deduce que la facultad de la fantasía es el don de interpolar en lo infinitamente pequeño, de inventar, para cada intensidad, una extensión que contenga su nueva, compacta plenitud. En pocas palabras, de considerar a cada imagen como si fuera la de un abanico cerrado, que solo toma aliento al desplegarse y, en su nueva amplitud, exhibe en su interior los rasgos de la persona amada.
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SE ALQUILA ESTE ESPACIO. (...) No lo que dice el anuncio de neón rojo, sino el charco de fuego que refleja en el asfalto.
Walter Benjamin
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