En este sueño, que aún reaparece de vez en cuando, yo estoy bajo la mirada del público sobre la línea del fondo de una mastodóntica pista de tenis. Claramente se trata de un partido de competición; hay espectadores y autoridades. La pista tiene el tamaño de una cancha de fútbol americano; al menos eso parece. Resulta difícil precisarlo. Pero sobre todo es compleja.
Las líneas que la marcan y definen son extrañas y retorcidas como una escultura de cuerdas. Hay líneas por todos lados, corren oblicuas o se encuentran y forman conexiones y cajas y ríos y afluentes y sistemas dentro de sistemas: líneas, esquinas, sendas y ángulos que se desvanecen en el manchón que se expande en el horizonte de la lejana red. Yo estoy allí, indeciso. Todo el asunto es demasiado complejo como para asumirlo de golpe y porrazo. Es simplemente inmenso. Y hay público. Una multitud silenciosa hace acto de presencia en lo que debe ser la periferia de la pista, todos vestidos con los colores cítricos del estío, inmóviles y prestando gran atención. Un batallón de jueces de línea permanecen alerta con sombreros de safari y blazers, con las manos sobre las braguetas de los pantalones. En lo alto, en lo que podría ser un poste de red, el árbitro, con un blazer azul, enchufado al sistema de amplificación en lo alto de la silla, susurra Juego.
La muchedumbre está inmóvil y atenta como en un cuadro. Yo hago girar el mango de mi raqueta con las manos y boto en el suelo una pelota amarilla nueva y trato de entender hacia dónde debo dirigir el saque en aquella confusión de líneas. Puedo ver a la izquierda, en las gradas, el blanco parasol de Mami; su altura eleva el parasol por encima de los demás espectadores; está sentada en su pequeño círculo de sombra, el pelo blanco, las piernas cruzadas y un puño delicado, levantado y cerrado en un apoyo total e incondicional.
El juez susurra: Juego, por favor.
Jugamos, pero es como hipotético. Incluso el «nosotros» es teórico: no llego ni siquiera a ver al distante rival pese a todo el montaje del partido.
David Foster Wallace
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