El amor, los orsinis y la muerte

lo que no comprendió: la literatura bengalí, la escala heptáfona como armonía del universo, la supuesta armonía del universo, multitudes en las que cada uno buscaba nada más la salvación, las declinaciones del sánscrito, la respiración controlada, controlada por quién, toda la indiferencia, el Tanil, el bengalí como acorde

     Metiéndose por fin, retraída en el sur de sures, la última noche, con insomnio, en ese simulacro de bar para extranjeros donde alguna vez se habría pensado extranjera, sola, por la noche tarde, muy cerca de un puerto demasiado puerto, con nada más esos cuatro dólares en la cartera y la mitad de la vida cumplida: negándose a reconocer, hacia el fondo, en el humo, la disposición de los instrumentos, lo tocado por los instrumentos, qué clase de música que ella debía sin embargo escuchar con cada codo sobre esa misma mesa del mantel (¿celeste?) porque lo tocado por los instrumentos parecía venirle de todas partes y de ninguna, en cierto modo.

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(...) lo mismo que si estuviera preso en lo que había de máyico en la droga, en la India, en la beatitud boba, pueril, torcácica, proveniente de esa música para unos pocos años, flagrante, sin alianzas posibles más acá del bullicio, en el humo, esa música empelotante, inocentísima, ilusoria.

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(...) otra vez Hot House atacando todos juntos y hermanos como si observaran la vela y les llegara el sonido claro y valiente de las gotas mientras Charlie enseguida canta por sí mismo porque en el fondo lo que más le gustaba a Charlie era cantar, malo eso de gustarle cantar y meterse en cambio en el encierro del Massey Hall con ese calor canadiense y toda esa gente gritando boludeces, perdiéndose transpirados gritando boludeces mientras giran en el espacio sobre (encima de) un punto remoto y frío de la galaxia y cada cosa en el espacio gira y después sigue el espacio donde le insisten y le gritan boludeces al pobre Charlie a quien le daba tanta si se quiere vergüenza cantar

     Margarita, Margarita querida, Margarita Ferreyra soy yo, soy Charlie Parker, la vida es túbica siempre tocando en Toronto, en el calor infame de Canadá con toda esa gente transpirada y desapacible que grita y no para de gritar boludeces sin solución de continuidad

     Margarita llora sola, Margarita Ferreyra llora en sí menor despacio con negras ligadas, en el apartamiento en Flores, en Toronto

Néstor Sánchez

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