El oficio de vivir

(...) de suerte que de todas las costumbres espirituales -pasiones, deformaciones, complacencias, serenidad, etc.- la única que sobrevive a los días es la calma. Volverá.

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Se podría ver lo real recluido debajo, donde no queda más que el meditabundo hundirse y extenderse en el agua. (...) El sustrato de la vida de cualquiera, hecho presente, penetrado con firmeza, puesto que cualquiera puede acudir a aquel lugar y alguno hay siempre, aunque sea otro; y la vida no consiste más que en adornar variadamente esta eterna realidad.

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Se descubre así que en la vida casi todo es pasatiempo. Aquí el pensamiento reducido a superfluidades revela lo extravagante que es en la vida vivir en medio de ella luchando e ideando. No olvides nunca que, debajo de todo, el hombre está desnudo. Hay un caso en el que se desnuda desnudo y se nos muestra, y es para hacer la cosa menos razonable y más vergonzosa del mundo.

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Amar sin reservas mentales es un lujo que se paga, se paga, se paga.

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El pecado no es una acción en vez de otra, sino toda una existencia mal ensamblada.

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Debo contentarme con el mínimo descubrimiento contenido en cada poesía y mostrar mi renovación moral en la humildad con que me someto a ese destino, que es mi índole.

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La fuente de la poesía es siempre un misterio, una conmovida perplejidad ante algo irracional -tierra desconocida.
Pero el acto de la poesía -si es lícito distinguir así, separar la llama de la materia ardiente- es una voluntad absoluta de ver claro.

César Pavese

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